Cine / video
Hors Pistes 2013
Un autre mouvement des images
18 ene - 3 feb 2013
El evento ha terminado
En su exploración de las imágenes contemporáneas, «Hors Pistes 2013» aborda el tema de «la miniatura». La pareja de artistas estadounidenses Jennifer y Kevin McCoy, invitados a esta edición, nos hablan de los trabajos que presentan en esta ocasión, a medio camino entre la microrrealidad y los sueños desmesurados. Jennifer y Kevin McCoy Trabajar con la miniatura significa gozar de un control total sobre la creación de un mundo. Al bajar la vista sobre escenas minúsculas instaladas con el máximo cuidado, el observador adopta el punto de vista del gigante, un punto de vista omnisciente y dominante. Al acceder a la totalidad de un pequeño mundo, es posible soñar. Trabajar con el cine miniatura, como en este caso para «Hors Pistes 2013», implica introducir interrupciones, repeticiones y sueños en ese mundo controlado. En nuestras esculturas, minúsculas cámaras filman los elementos de estos micromundos. Grabadas de esta forma, y al proyectar sus imágenes en la gran pantalla, las miniaturas parecen monstruosamente grandes, por encima de nosotros, y los roles se invierten. Los escenarios de cine en miniatura generan la ilusión de un mundo en sí, solo para el ojo de la cámara. Lo mismo ocurre con sus dobles en tamaño real. La ensoñación nos rehuye mientras luchamos para llenar los espacios en blanco y tratar de infundir sentido a los fragmentos dispuestos ante nosotros. Los miniactores también son duplicados para cada escena en que aparecen. Por este motivo, creamos numerosos sosias. Las diferentes escalas se entremezclan para ofrecer detalles a las cámaras. Los cuerpos y los objetos se truncan y fragmentan: mienten a la cámara sobre su verdadera naturaleza. De esta forma, el cine miniatura nos hace saltar constantemente de un punto de vista a otro. Vemos los objetos reales, en su verdadera dimensión, a continuación pasamos por encima de ellos, giramos, observamos sus imágenes proyectadas y caemos en el espectáculo. Y a continuación, todo vuelve a empezar. En el catálogo de la primera exposición de obras «en miniatura» de Jennifer y Kevin McCoy, de 2003, el escritor y artista Jim Supanick citaba a Victor Hugo: «En Friburgo olvidé durante largo tiempo el inmenso paisaje que tenía a la vista en pro del cuadrado de hierba sobre el que estaba sentado. Se trataba de un pequeño montículo silvestre de la colina. Ahí había un mundo. Los escarabajos caminaban con lentitud, sobre las profundas hebras de vegetación; flores de cicuta abiertas, a modo de parasol, imitaban los pinos italianos; [...] cerca de un charco de agua, que no habría llenado una palangana, veía salir del cieno y girar en dirección al cielo, aspirando el aire, una lombriz similar a las pitones antediluvianas, y que quizá también tuviese, en este universo microscópico, un Hércules que la matase y un Cuvier que la describiese. En definitiva, ese universo es tan grande como el otro.» El Rin, Victor Hugo, 1842..
En su exploración de las imágenes contemporáneas, « Hors Pistes 2013 » aborda el tema de «la miniatura». La pareja de artistas estadounidenses Jennifer y Kevin McCoy, invitados a esta edición, nos hablan de los trabajos que presentan en esta ocasión, a medio camino entre la microrrealidad y los sueños desmesurados.
Jennifer y Kevin McCoy
Trabajar con la miniatura significa gozar de un control total sobre la creación de un mundo. Al bajar la vista sobre escenas minúsculas instaladas con el máximo cuidado, el observador adopta el punto de vista del gigante, un punto de vista omnisciente y dominante. Al acceder a la totalidad de un pequeño mundo, es posible soñar. Trabajar con el cine miniatura, como en este caso para « Hors Pistes 2013 », implica introducir interrupciones, repeticiones y sueños en ese mundo controlado. En nuestras esculturas, minúsculas cámaras filman los elementos de estos micromundos. Grabadas de esta forma, y al proyectar sus imágenes en la gran pantalla, las miniaturas parecen monstruosamente grandes, por encima de nosotros, y los roles se invierten. Los escenarios de cine en miniatura generan la ilusión de un mundo en sí, solo para el ojo de la cámara. Lo mismo ocurre con sus dobles en tamaño real. La ensoñación nos rehuye mientras luchamos para llenar los espacios en blanco y tratar de infundir sentido a los fragmentos dispuestos ante nosotros. Los miniactores también son duplicados para cada escena en que aparecen. Por este motivo, creamos numerosos sosias. Las diferentes escalas se entremezclan para ofrecer detalles a las cámaras. Los cuerpos y los objetos se truncan y fragmentan: mienten a la cámara sobre su verdadera naturaleza. De esta forma, el cine miniatura nos hace saltar constantemente de un punto de vista a otro. Vemos los objetos reales, en su verdadera dimensión, a continuación pasamos por encima de ellos, giramos, observamos sus imágenes proyectadas y caemos en el espectáculo. Y a continuación, todo vuelve a empezar.
En el catálogo de la primera exposición de obras «en miniatura» de Jennifer y Kevin McCoy, de 2003, el escritor y artista Jim Supanick citaba a Victor Hugo: « En Friburgo olvidé durante largo tiempo el inmenso paisaje que tenía a la vista en pro del cuadrado de hierba sobre el que estaba sentado. Se trataba de un pequeño montículo silvestre de la colina. Ahí había un mundo. Los escarabajos caminaban con lentitud, sobre las profundas hebras de vegetación; flores de cicuta abiertas, a modo de parasol, imitaban los pinos italianos; [...] cerca de un charco de agua, que no habría llenado una palangana, veía salir del cieno y girar en dirección al cielo, aspirando el aire, una lombriz similar a las pitones antediluvianas, y que quizá también tuviese, en este universo microscópico, un Hércules que la matase y un Cuvier que la describiese. En definitiva, ese universo es tan grande como el otro. » El Rin, Victor Hugo, 1842.
Quando
todos los días excepto martes
