Un Nouveau festival 2015 / La belleza del juego

Aunque el arte ha representado a los juegos a lo largo de toda la historia, arte y juego unirán sus destinos de una manera más concreta a finales del siglo XIX. La muerte de Dios y el desarrollo de un sentimiento de contingencia acarrean la promoción de la idea del azar; la lucha contra el academicismo implica, a menudo, formas lúdicas (las artes incoherentes). El arte tiende, pues, a pensarse según las categorías del juego.

El juego permite, sin duda, el cuestionamiento de ciertos valores tradicionales del arte y la validación de nuevas reglas de creación. Si el ludismo aleja la seriedad, el modelo de los juegos de azar se impone en las vanguardias (Dadá y los surrealistas) como un nuevo medio de producción de obras. Rápidamente, el juego no será tan solo un método de creación, sino la obra en sí misma (Fluxus). Se convierte en el arquetipo de la forma participativa. El juego también ha provisto a los artistas de un repertorio de formas. Si los cuerpos en movimiento de los deportistas seducen a los futuristas, la abstracción geométrica encontrará su inspiración en los tableros de juego. El periodo contemporáneo vive una situación análoga con el uso por parte de numerosos artistas de las formas producidas por los videojuegos. La relación privilegiada entre arte y juego también se explica porque ha podido cristalizar los sueños de emancipación social que siempre han albergado las vanguardias. No debemos olvidar que en 1938, en un momento particularmente dramático, el gran historiador Johan Huizinga destacó, en su obra Homo ludens, el valor civilizatorio del juego.