Un museo imaginado

2052. Las prohibiciones amenazan el arte, la destrucción lo ronda... Se han podido rescatar algo más de ochenta y cuatro obras clave en un precario museo transnacional: frente al desastre, es preciso encontrar una manera de conservar, para las futuras generaciones, las nociones emblemáticas difundidas por el arte moderno y contemporáneo. Se invita a los visitantes a preservar las obras ejercitando su memoria y experimentándolas. Este contexto imaginario es el punto de partida de una exposición inédita. La trama está tomada de la novela de ciencia ficción de Ray Bradbury, Farenheit 451 (1953). Una comunidad de personas–libro se enfrenta a la prohibición de leer aprendiendo de memoria las obras maestras de la literatura universal. Se convierten en una biblioteca viviente. La apropiación mental de lo prohibido acaba con la prohibición.

Esta exposición reúne en torno a este tema las colecciones de tres instituciones de la escena artística internacional: la Tate, el MMK de Fráncfort y el Centre Pompidou. Juntas, forman una exposición en el tiempo, un impresionante «museo imaginado» que se expone sucesivamente en la Tate de Liverpool, el MMK de Fráncfort y el Centre Pompidou-Metz. Se anima a los visitantes, como si fueran personas–libro, a que se apropien de una obra para que pueda restituirse si desaparece. La necesidad de memorizar la obra se vuelve tangible a lo largo del recorrido de la exposición. Relatos, pictogramas, fotos, grabaciones sonoras y performances creadas por diversos artistas permiten que el público interiorice las obras.

Esta exposición de anticipación se hace eco de los casos recientes de censura y de destrucción del patrimonio cultural. Suscita cuestiones fundamentales: ¿qué importancia tiene preservar la memoria del arte? ¿Qué cualidades tiene para que sea esencial en nuestras vidas y en nuestra sociedad? El recorrido invita al visitante a cuestionarse los retos del arte tales como la transfiguración de lo banal, la capacidad de la obra de reinventar las nociones de espacio y tiempo, de alterar y por lo tanto de abrir nuestra percepción de la realidad, de expresar lo indecible y de celebrar el enigma del mundo. La exposición también evoca los vínculos entre literatura, arte y lenguaje, reafirmando la capacidad de los museos para instruir y ofrecer un espacio de libertad al pensamiento, a la contemplación y también al placer. El recorrido de la visita se prolonga en un espacio para experimentar y compartir, un «estudio de memorización». El público construye allí su propio museo con la ayuda de cartulinas para restituir recuerdos o interpretaciones personales. Estos relatos, anécdotas, esquemas, dibujos e imágenes forman un «palacio» de la memoria. El proyecto culmina en los últimos días de la exposición con la desaparición literal de las obras del recorrido: en un día de performances, son reemplazadas por personas-obra que interpretan las obras desaparecidas recurriendo al poder de restitución de su memoria