Exposición / Museo
Pierre Paulin
11 may - 22 ago 2016
El evento ha terminado
Designer, architecte d’intérieur, créateur, Pierre Paulin sculpte l’espace, l’aménage, le « paysage ». Ses environnements, ses meubles, ses objets industriels, se mettent au service du corps. Avec plus de soixante-dix pièces de mobilier et une cinquantaine de dessins inédits, l'exposition consacrée par le Centre Pompidou à Pierre Paulin propose une traversée de tout l’oeuvre du designer et de quarante années de création. Elle présente des pièces phares devenues des « icônes » de l’histoire du design - Anneau, Mushroom, Ribbon Chair, Butterfly, Tulip... - et fait la part belle à des projets inédits, auto-édités, comme le Tapis-siège, la déclive, la tente, etc. Des pièces rares des années 1950 et des prototypes sont également dévoilés dans l'exposition.
En 1971, Pierre Paulin est choisi par Claude et Georges Pompidou pour revisiter l’aménagement des appartements privés du Palais de l’Elysée. En 1984, c’est au même designer que fait également appel François Mitterrand pour concevoir l’architecture intérieure et le design de son bureau présidentiel.
L’exposition invite le visiteur à établir un dialogue entre corps et confort. Parce que les recherches de Pierre Paulin ont été sans cesse motivées par les thèmes du confort et d’un nouvel art de vivre -au ras du sol par exemple, le parcours propose au public de s’asseoir dans les sièges les plus emblématiques du créateur, des rééditions mises à la disposition des visiteurs.
L’exposition présente, enfin, une reconstitution inédite du living room de la Calmette, la villa dessinée dans les Cévennes par le designer dans les années 1990 : le public y expérimente un épais diwan (tapis) glissant le long d’un mur, se retournant sur le sol et accueillant quatre fauteuils Tongue.
Quando
11:00 - 21:00, todos los días excepto martes
Dónde
"Extra-Paulin", por Cloé Pitiot
En cincuenta años de creación, Pierre Paulin ha sabido renovar el asiento, transcender la repartición del espacio y fundar al mismo tiempo el primer estudio de diseño global en Francia. El Centre Pompidou dedica una retrospectiva inédita a su obra, desde 1950 hasta la década de 1990, a través de un centenar de muebles, entornos, proyectos y dibujos. Pierre Paulin diseña para todos: sus obras caben tanto en un decorado de James Bond como en el palacio del Elíseo. En 1983, su amigo Alain Gheerbrant declaraba que sus cualidades antagonistas, «desnudez, austeridad, llamada lejana de una voluntad de ascesis, pero también dinamismo, vitalidad, humanidad, entretenimiento, sensualidad tan perceptible que suele estar oculta, [...] han encontrado en su arte un terreno de coexistencia pacífica». Su carrera, espejo de su eclecticismo, ha sido una de las más prolíficas del siglo XX. Paulin supo percibir lo que ocurría en su época, pero por encima de todo, supo adelantarse a tu tiempo.
En 1950, se tituló en el Centre d'Art et de Techniques, que después sería la escuela Camondo. Tras adquirir el conocimiento y el dominio estilístico en esta escuela, empieza su carrera profesional en la casa Marcel Gascoin, donde aprende los rudimentos de la modernidad: «En mis inicios con Marcel Gascoin, nos inspirábamos mucho en la modernidad sueca, en esos productos orientados a las parejas jóvenes. Tenía 25 años, me interesaban las cosas bien hechas a precios modestos» contaba el artista en un documental (2007). En julio de 1951, viaja al Extremo Norte. La arquitectura y el diseño escandinavos así como las obras de Alvar Aalto tendrán un impacto decisivo en su carrera. Leyó la entrega de la revista Interiors donde se presentaba la nueva cultura del diseño: Charles y Ray Eames, George Nelson, Eero Saarinen, Harry Bertoia… En busca de eficacia y libertad, Paulin pone sus proyectos al cuidado de varios editores: A. Polak Originals, Meubles TV, incluso Thonet France. Para A. Polak Originals, realiza su famoso sillón Anneau, seleccionado para la XI Trienal de Milán: «Agarro dos palos de escoba, los apoyo contra la pared, y con papel kraft hago una anilla, que sería de piel, y eso fue todo. Me quedaba encontrar una estructura que soportara todo eso: dos rectángulos de acero doblado, unidos por cuatro varas. Ese asiento era simple, como una bolsa» contaba Paulin. Para Meubles TV, Paulin recobra el espíritu de sus aspiraciones funcionales y modernas: el rigor del trazo y una debilidad confesa por las líneas y las proporciones. Con Thonet France, se inspira en el trabajo realizado por las casas americanas en torno a la noción de gama, ofreciendo una gramática de asientos de oficina y de mobiliario. Se concentra en la estructura del asiento hasta poner en cuestión la tradición tapicera para rellenar los asientos: en 1957 registra su primera patente textil con Thonet France.
En 1958, Paulin conoce en París a Kho Liang Ie, arquitecto de interiores y diseñador, entonces director artístico de Artifort, y a Harry Wagemans, su presidente y director general: este trío entusiasta dará a luz a un diseño de vanguardia sin precedentes. Las primeras investigaciones dirigidas por Paulin sobre las fundas textiles extensibles alcanzan su primera meta y las pruebas desarrolladas con esta tela para bañadores dan su fruto. Este sistema de funda stretch monobloque, sin costuras, revoluciona la manera de pensar el asiento. A partir de entonces, las fundas se pueden retirar, lavar, cambiar según los gustos, los colores y las temporadas. Con su idea inspirada en el bañador, Paulin rescata el asiento del desván, renueva las líneas y aligera la estructura hasta hacerla desaparecer bajo la funda, en pro de la forma pura. Su asientos se convierten en puntuaciones cromáticas. Como en el caso del famoso Mushroom: «El mejor objeto, si hablamos en términos de industria, que jamás haya podido diseñar. ¿Cómo podría ser más económico? Solo hay un material, la tela. Tres aros de acero, [...] y cuatro varas que los unen. Luego le ponemos su "bañador" y se acabó».
En la cúspide de su carrera, Paulin confesaba: «Siempre he desempeñado mi oficio de manera honorable. De hecho, me hubiera gustado ser arquitecto». En este ámbito, progresa como un autodidacta, de stand en stand, de proyecto en proyecto. Sus escenografías se organizan según tres principios: la puesta en tensión —redondez del mundo natural/aspereza del mundo industrial; flexibilidad de las materias efímeras/rigidez de estructura de soporte—, la inversión —el tratamiento del techo se utiliza para el suelo, y viceversa— y la puntuación cromática con el posicionamiento de elementos móviles.
En 1969, el presidente Georges Pompidou le encarga la decoración de los apartamentos privados del palacio del Elíseo; este proyecto sintetiza los estudios realizados por Paulin sobre la arquitectura móvil y reversible —tienda de campaña, iglú— y sus experimentos con el techo. Paulin crea así una tienda-catedral, donde se mezclan los principios arquitectónicos de las iglesias, con sus bóvedas de crucería, y los materiales innovadores de la década de 1970. Se sustituye la piedra de los edificios sagrados por elementos de plástico prefabricado, y las vidrieras se dislocan en el crepitar de las cañas de vidrio. Después de dibujar el objeto y de esculpir el espacio, este proyecto supone para Paulin el punto de partida de una reflexión: a partir de ahora piensa en ponerlos a dialogar. En 1972, desarrolla su idea de disposición integral bajo la forma de un espacio modular. Un ambicioso proyecto que será rechazado pero que lo embarca en un método de diseño global: concepción y reparto del espacio, organización del proceso de creación, de fabricación, de edición y de difusión.
Cuando crea ADSA, en 1975, con Maïa Wodzislawska y Marc Lebailly, Paulin prueba con un nuevo enfoque que reúne a creadores e industriales en torno a las nociones de diseño industrial y diseño global. Inspirado en los experimentos realizados en el otro lado del Atlántico, Paulin elige fundirse en un equipo de mentes creativas: «Soy el experto al que los jefes de proyecto le hacen consultas, el responsable y por lo visto el autor de la mayoría de los productos que se desarrollan aquí, pero ya no soy el único al que le importa». Paulin, alejado tanto del gesto creativo como del objeto, necesita reencontrarse con el dominio del proyecto de principio a fin. Se aísla del colectivo con frecuencia para instalarse en su mesa de dibujo y volver a lo básico con rigor y versionando los arquetipos. En 1984, cuando François Mitterrand le encarga el diseño de su oficina presidencial, el diseñador le ofrece una escenografía teatral, a medio camino entre la innovación y el retorno al clasicismo. Llama entonces la atención su nuevo interés por la factura clásica. Como él mismo afirma, desde entonces pretende volver a primar el trabajo manual. Durante su colaboración con el Atelier de Recherche et de Création (Arc) para el mobiliario nacional, Paulin se inspira tanto en el gótico como en la antigüedad o en el mobiliario tradicional asiático: Table Cathédrale, Siège Curule, una silla que se conoce con los términos «chaise de prestige» o «chaise à palmette». Adelantado treinta años a su tiempo, a principios de la década de 1980 abre en cierto sentido la vía de un retorno a la lentitud.
Tomarse el tiempo de pensar, de fabricar. Elegir el material, tocarlo, transformarlo con el gesto exacto de un experto. Paulin vuelve a lo fundamental, el objeto es suficiente, vuelve a ser el proyecto en sí. En 1995, abandona la ADSA y se retira a Cévennes donde, en La Calmette —su villa— esculpe la montaña para organizar allí su vida. Realiza su primer proyecto de arquitecto, la síntesis de una carrera avalada por cincuenta años de creaciones: «No tengo nada de un maestro ideólogo. Soy un seguidor. La persona no existe, el producto es lo que debe prevalecer. El público no debería interesarse en el autor. Si me consideran como un maestro, se equivocan. No soy el heredero de nadie. No tengo heredero espiritual...».
Cloé Pitiot
Source :
in Code Couleur, n°25, mayo-agosto 2016, pp.16-21