I Don't Want to Sleep Alone

Rawang, uno de ellos, lo cuida, lo alimenta y lo lava con una devoción teñida de deseo. Shiang-Chyi, camarera de una cafetería, también cae rendida al encanto de Hsiao-Kang. Ella también cuida de un enfermo, el hijo de su jefa, que se encuentra en un coma irreversible. Hsiao-Kang, que no era nada y sueña con vivir en libertad, se convierte en el objeto de todos los deseos. Mientras tanto, una espesa niebla desciende inexorablemente sobre Kuala Lumpur…  

«Y luego, por supuesto, está la propia carga erótica de Tsai Ming-Liang: una mezcla improbable de trivialidad y delicadeza, una erupción inesperada, un suave frenesí en un mundo frío como la muerte. Este es el caso de la asombrosa escena en la que la vieja cocinera unta la mano de su sirvienta con ungüento para obligarla a masturbar el semicadáver de su hijo. En realidad, en la obra de Tsai Ming-Liang, este detallado homenaje a los condenados de la tierra funciona como la puesta en escena de una etapa terminal del cine y como una creencia renovada en la capacidad de este arte para excitar a la muerte.» Jacques Mandelbaum, Le Monde, 6 de junio de 2007  

Tsai Ming-Liang, I Don't Want to Sleep Alone (No quiero dormir sola). Malasia-Taiwán, 2006, 118 min, 35 mm, color, vostf 
Con Norman Atun, Pearlly Chua, Lee Kang-Sheng, Chen Shiang-Chyi  

Precedida de: 

Tsai Ming-Liang, Madame Butterfly. Francia-Taiwán, 2009, 35 min, vídeo, color, vostf 
Con Pearlly Chua 

En esta evocación extremadamente libre de la ópera de Puccini, Baozhu, una mujer de una pequeña y lejana ciudad, llega a la estación de autobuses de Puduraya, en Kuala Lumpur, para tener una cita secreta con un hombre. A la mañana siguiente, éste se ha marchado, dejando a Baozhu con una enorme factura sin pagar. 

«En el cine de Tsai, la ficción rara vez ordena todos los acontecimientos. Él elige a un actor, a una actriz, en este caso a Pearlly Chua, una antigua compañera, para zambullirlos en un escenario intacto. De cada uno depende dejarse llevar, arrastrado el uno por el otro. La actriz se dispersa en la multitud, pero también es el punto de dolor que la concentra. Y el hecho de que este sufrimiento termine, casi de forma cómica, con un pelo en la lengua, el único recuerdo que deja en la boca el amante desaparecido, muestra claramente la curva que parte de la multitud y termina en una única y fina línea.» Jean-Pierre Rehm, catálogo del Festival FIDMarseille 2009