Exposición / Museo
Tadao Ando
Le défi
10 oct - 31 dic 2018
El evento ha terminado
Le Centre Pompidou consacre une importante exposition rétrospective à l’architecte japonais Tadao Ando, grande figure de l’architecture contemporaine, lauréat du prestigieux prix Pritzker d’architecture.
Articulée autour de quatre grands thèmes, la forme primitive de l’espace, le défi de l’urbain, la genèse du projet et le dialogue avec l’histoire, l’exposition vous invite à découvrir les grands principes de la création de Tadao Ando, comme son usage du béton lisse, la prééminence donnée aux volumes géométriques simples, l’intégration d’éléments naturels dans ses dispositifs spatiaux, ou encore l’importance qu’il accorde à l’intensité de l’expérience corporelle générée par son architecture.
Dévoilant cinquante projets majeurs, illustrés par cent quatre-vingts dessins, soixante-dix maquettes originales et de nombreux diaporamas, cette rétrospective retrace les différentes périodes de sa carrière d’architecte et met en lumière ses réalisations déterminantes, depuis la Maison Azuma à Sumiyoshi (1976) jusqu’à la Bourse de commerce à Paris (automne 2019).
Quando
11:00 - 21:00, todos los días excepto martes
Dónde
Entervista entre el artista y la comisaria de la exposición
Frédéric Migayrou – Fundó su agencia en 1969 y, en 1971, realizó su primera casa, la Guerrilla House, que es una casa-manifiesto. Compró esta casa y se convirtió en su agencia. Desde entonces, la ha reconstruido seis veces. En 1970, Osaka acogió la Exposición Universal, que tuvo una repercusión mundial, pero usted se mantuvo a distancia de ese acontecimiento, del movimiento metabolista y de esa imagen de expansión tecnológica y económica. ¿Cuál era su postura en esa época? ¿Acaso la idea de la Guerrilla House respondía a una actitud política o era un tipo de manifiesto?
Tadao Ando – Más que un mensaje político, la Guerrilla House era un desafío. Hasta ese momento, al menos en Japón, solo los edificios públicos – bibliotecas, gimnasios o museos – se consideraban obras de arquitectura. Se decía: «¿Las viviendas? Eso no es arquitectura». Lo mismo para el tamaño: se consideraba que no era posible hacer arquitectura con construcciones pequeñas, así que se me ocurrió que era necesario crear posibilidades y dar esperanza a los numerosos arquitectos, así como a mí mismo. En un primer momento, quise enfrentarme al desafío de realizar con setenta metros cuadrados una vivienda totalmente conveniente, y esa vivienda planteó una serie de cuestiones. Lo mismo ocurrió con la arquitectura comercial. Pensé que si se pretendía crear un mundo nuevo, ese era un desafío al que había que enfrentarse. La arquitectura no podía limitarse a los edificios públicos.
FM – Sus críticas más virulentas hacia el modernismo se dirigen a Mies van der Rohe. Sin embargo, su uso de las pantallas de cristal podría corresponderse con una cierta idea de la relación entre el interior y el exterior característica de la arquitectura japonesa. Por el contrario, sus primeros proyectos cerraban los espacios con muros y, tal vez en relación con el movimiento Gutai, el cuerpo se imponía como el primer principio de una definición del espacio arquitectural.
TA – A fin de cuentas, ¿para quién existe la arquitectura? Visto que son los hombres los que la utilizan, mantiene unos profundos lazos con el cuerpo. Si la arquitectura se crea partiendo de la superposición de un mundo y de conceptos concretos y no abstractos, hay que tener en cuenta estos dos elementos: el mundo y los conceptos. En este sentido, ¿no es el shintai importante? Nuestro cuerpo percibe todo tipo de elementos, como el aire o los materiales. Me he dado cuenta de ello observando constantemente la arquitectura. Por ejemplo, la villa Katsura es una célebre vivienda aristocrática y también necesitamos ese tipo de construcciones, pero no es lo único: en espacios reducidos como las casas machiya hay un tsuboniwa – un pequeño patio –, por donde entran la luz y la sombra y donde cae la lluvia, y todas esas sensaciones que vivimos en ese espacio son para mí algo grandioso. La arquitectura tiene que dar cabida a la alegría de vivir de los hombres. De lo contrario, nuestro cuerpo no se siente atraída por ella.
FM – En su trabajo arquitectural, la abstracción es un método, pero no es una desrealización, una reducción, es un principio genérico. Para ello, usted ha definido una gramática, con la noción de pilar, la noción de muro y los sistemas geométricos que aplica, las formas sencillas, círculos, rectángulos, cuadrados, que se multiplican en subdivisiones creando espacios intermedios. A partir de esa gramática sencilla, invierte la lógica constructiva del modernismo para liberar el espacio para el cuerpo. El espacio debe ser vivido y no abstracto en el sentido modernista.
TA – Más que un método, ¿la geometría no sería más bien el resultado de una larga reflexión? Si sigo el camino de la geometría, llego a Grecia. Si continúo siguiendo su camino, estoy obligado a hacer de ella una abstracción. En un mundo en el que hay que realmente reflexionar para alcanzar una arquitectura concreta, vuelvo a ese punto de partida que son el círculo, el cuadrado y el triángulo. Pero ese punto de partida no es suficiente para hacer arquitectura. ¿Cómo hacer arquitectura? A fuerza de reflexionar, llego a la relación entre dimensión, altura, superficie y volúmenes tridimensionales. ¿Cómo introducir el material en esta búsqueda de la relación entre volumen, altura y superficie? Ir en pos del material, de la forma y de la geometría. Es algo bastante difícil. Los jóvenes no lo entienden, pero es lo más importante…
FM – Cada vez más a menudo, sus proyectos organizan programas colectivos, iglesias, museos, fundaciones, muchos espacios espirituales, donde se puede compartir esa experiencia del espacio y de la arquitectura, y hasta proyectos que abarcan grandes territorios y que crean nuevas relaciones entre la naturaleza y la arquitectura. ¿Permite esta función de lo espiritual en la arquitectura reconsiderar la idea de la comunidad, federar a los individuos a la escala de una sociedad y, quién sabe, a nivel internacional, más allá de las culturas específicas?
TA – Lo que he sentido al observar edificios románicos tales como la abadía del Thoronet o Nuestra Señora de Sénanque es que la luz es la esperanza. Cuando concebí la Iglesia de la Luz, mi reflexión se basó en que cada uno tenía que percibir de forma diferente la luz que entraba por la cruz. Si había treinta personas, la luz tenía que penetrar de forma que fuera percibida de treinta maneras distintas. Y, al mismo tiempo, esas treinta personas tenían que formar una única persona. Creé ese lugar preguntándome si el símbolo de la comunidad era la luz. La arquitectura también consiste en crear lugares para la comunidad. En ese sentido, los arquitectos tienen una gran responsabilidad. Muchas personas fundan sus esperanzas en la arquitectura. No solo en el caso de la Iglesia de la Luz. Por ejemplo, en Kobe, en la costa, realicé unas viviendas colectivas constituidas por una red de unidades de cinco metros cada una, pero cuyo espacio interior era cada vez diferente. Asimismo, para volver a la luz, en la Casa Koshino, hice que la luz, que entraba por varios lugares, incitara a querer tenerla entre las manos. Y tengo que concebir la luz de cada construcción de forma diferente. Así es cómo empecé a realizar mis proyectos y con ese mismo ánimo es cómo sigo trabajando en la actualidad. Realizo mis obras preguntándome cómo podría concebir cosas que permanezcan grabadas en el alma de los hombres para la eternidad.
Source :
in Code Couleur n°32, septiembre-diciembre 2018, pp. 16-19
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