Peindre la nuit

«Peindre la nuit (Pintar la noche)», a primera vista, la idea parece incongruente, paradójica. Y sin embargo, la noche ha fascinado desde siempre a los pintores, ya sea para representarla o para habitarla. Pintar la oscuridad o pintar en la oscuridad ya es una elección en sí, la de agudizar su visión exterior o la de abandonarla. Pintar sin ver, bien porque nuestra percepción es limitada, bien porque decidimos liberarnos del mundo retiniano. Este dilema es el centro de la exposición que el Centre Pompidou-Metz propone a partir de este otoño. Casi veinte años después de la gran exhibición «Die Nacht (La Nuit)» organizada en la Haus der Kunst en Munich, «Peindre la nuit» se presenta como una nueva exploración de un tema central de la historia del arte, centrándose en los cambios que aparecen desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. Podemos considerar que durante este período, tres revoluciones mayores alteraron la manera en que percibimos la noche y el efecto que tiene sobre nosotros.

La primera está ligada a la aparición de la electricidad y el alumbrado, que poco a poco transformó la vida nocturna y sus costumbres. La segunda concierne el desarrollo del psicoanálisis: de repente, se arroja luz a los sueños y pulsiones que creaban el misterio y el pavor de la noche interior. Por último, la tercera está ligada a la conquista espacial: la noche negra cada vez se desentraña más, en ella leemos el pasado y el futuro, incluso podemos enviar allí a seres humanos. A estas tres revoluciones le corresponden los tres vértigos de la noche: un vértigo de los sentidos, al alterarse la percepción, en particular con los alumbrados de las ciudades; un vértigo interior, compuesto de obsesiones e insomnios, de sueños y de pesadillas; y, por último, un vértigo cósmico, que sentimos ante la contemplación de un cielo estrellado. La exposición, que explora estas tres sensaciones a través de las obras de artistas importantes o por descubrir, así como mediante grandes ilustraciones de artistas contemporáneos, se presenta como una experiencia nocturna, una deambulación que transforma al visitante en noctámbulo y le lleva de Winslow Homer, Claude Monet y Piet Mondrian a Helen Frankenthaler, Peter Doig, Gerhard Richter, o Ann Craven, Lala Rukh y Navid Nuur.

Abordar un tema tan vasto como la noche permite plantear cuestiones esenciales sobre nuestra condición y nuestro lugar en el universo, pero también sobre el papel y el poder del arte. ¿Qué puede hacer la pintura? ¿Cómo ha desarrollado los medios para «dominar» la noche? ¿Para transmitir su sustancia y el sentimiento de que algo nos supera y escapa a nuestro entendimiento? La pintura de noche es como el cielo estrellado: no se deja captar con un simple vistazo, no se deja reproducir fácilmente, cultiva el misterio.