Wols, historias naturales

Presentación por la comisaria de la la exposición

De Wols, fallecido en 1951, a menudo solo recordamos el trágico destino íntimamente vinculado a la historia: la elección del exilio cuando Alemania estaba siendo devorada por el nazismo; la precariedad del migrante indocumentado que buscó refugio en Francia, en España y luego de nuevo en Francia; el paso por los campos de concentración del sur de Francia tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial; y, tras esta, el errático vagar por el existencialista barrio de Saint-Germain-des-Prés, donde acaba consumido por el alcohol... En este relato, Wols encarna tanto al chivo expiatorio de los crímenes de su época como al pintor maldito y genio incomprendido. Algunas voces interpretaron las pinturas de finales de la década de 1940 como el punto de partida de un nuevo arte: «la constatación de una civilización en declive y la llamada profética a nuevos lenguajes», afirmó Georges Mathieu en 1956. Sin embargo, y aunque Wols juega con las especificidades de cada técnica, estas pinturas son una extensión de sus dibujos y viceversa. En ambos casos, la imagen es desfigurada y la mancha intencional.

Otto Wolfgang Schulze, alias Wols, nace en una familia acomodada en el año 1913. Durante su infancia en Dresden recibe una educación en gran parte dedicada al arte. En 1929, la muerte de su padre parece llevarle a un largo periodo de aprendizaje que culmina a finales de 1930. Wols hace de todo un poco: trabaja en un garaje, aprende etnología con Leo Frobenius y se forma con el fotógrafo Genja Jonas. En Berlín primero y luego en París se codea con los protagonistas de la vanguardia y evoluciona enseguida de mano de su compañera Gréty Dabija hacia el surrealismo. Sin apartarse nunca del diletantismo, toma prestado de diferentes tendencias los temas, los enfoques e incluso las técnicas. Quedan pocas fotografías de la época (el artista abandona definitivamente la fotografía en 1941), pero los modernos grabados realizados bajo la supervisión de su hermana, Elfriede Schulze-Battmann, nos permiten vislumbrar su originalidad: la perspectiva de los objetos que parecen examinados con microscopio.

Ni figurativos ni abstractos, sus dibujos ilustran –como sus fotografías o sus textos– una concepción del mundo más allá de las apariencias, en un sincretismo donde las filosofías orientales se encuentran con Nietzsche. Reticente al análisis, la obra de Wols sugiere una mónada que incluye y refleja cada una de sus creaciones. La muestra Wols, historias naturales propone releer su dibujo, a la luz de sus otras prácticas: la escritura, la fotografía y la pintura. Diseñada cual viaje iniciático, la exposición incluye cinco secciones –atrapar, transmutar, concentrar, descomponer, salpicar– que describen la forma en la que Wols transpone el mundo en sus imágenes.

Por Anne Montfort

Gabinete de Artes Gráficas, Centre Pompidou

Comisaria de la exposición

In Code couleur n°36, enero-abril 2020, p. 34-35