Exposición / Museo
César
13 dic 2017 - 26 mar 2018
El evento ha terminado
Hace veinte años moría César, uno de los artistas más ilustres y desconocidos de su tiempo. Ilustre, lo era ya con 25 años, cuando «subió» a París en 1944 con su técnica de los «hierros soldados» depurada. Desconocido, lo era: su verborrea y su manera de ser en público disimulaban la dificultad de sentirse satisfecho solamente con las obras que le dieron el éxito.
Lejos de ser el hombre de los «hierros soldados», las «compresiones», las «huellas» y las «expansiones», César se apegaba a la idea de una escultura poblada de bestias y figuras humanas que quería medir con las de sus admirados maestros. Moderno, César lo fue, de la mano de los nuevos realistas, a los que se unió en 1960. Inventivo, guiado únicamente por la lógica de los materiales, decidido a encarnar su tiempo, reinterpretaba su obra con gestos innovadores y decisivos que le dieron notoriedad. Volvía siempre a técnicas inventadas que cambiaban el lenguaje y la práctica de la escultura cuando, estando sin blanca, soldaba fragmentos y restos de metal recuperado. Ilustran este hecho Le Poisson, La Vénus de Villetaneuse y La Ginette, llevados por la mitología del relato de su concepción. Encarnan esa relación íntima con la creación, una praxis que no delegaba nada en la máquina y lo debía todo al poder de sus manos. Posteriormente, Le Centaure, un homenaje a Picasso, lo mantuvo apasionadamente ocupado. César también sentía atracción por los monumentos.
Desde esa oposición entre la elaboración artesanal y la práctica basada en el poder de la máquina y las técnicas industriales, César construyó una dialéctica, un vaivén, un método: abriendo lo que su amigo Raymond Hains llamaba «zonas en obras», retocando sus obras incesantemente, inventando herramientas, llevando más lejos su curiosidad. César, ante sus «recubrimientos» de láminas de metacrilato, sus «campeones» hechos de chapas de coches accidentados, ante su «suite milanesa» de coches nuevos comprimidos y lacados, se nutría de su experiencia, reinterpretándola en innumerables ejercicios, guiado por una reflexión sobre el lenguaje de la escultura en los tiempos modernos. Aún se esforzaba, en Cluny en 1996, en «volver a hacer cosas nuevas».
Su obra, nacida en el París de Saint-Germain-des-Prés y de Montparnasse de la posguerra, era un constante cuestionamiento similar al de Picasso, Giacometti, Germaine Richier… Los momentos decisivos —que dotaron a su trabajo de un cariz inigualable y le hicieron inventar varios de los grandes paradigmas de la escultura del siglo veinte— se sucedieron al ritmo de obras que perpetuaban una idea del oficio que el propio César había contribuido a hacer desaparecer.
De esta complejidad, queda una obra magnífica e inimitable, pese a que hubo quien se apresuró en querer compararla con otras, norteamericanas en su mayoría... El tiempo ha pasado y, con él, el de los jueces que gustaban de criticar al hombre y se negaban a darle a César el lugar fundamental que esta retrospectiva pretende devolverle.
Quando
11:00 - 21:00, todos los lunes, miércoles, viernes, sábados, domingos
11:00 - 23:00, todos los jueves
Sesión nocturna todos los jueves hasta las 23:00
Dónde
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