Exposición / Museo
Jean-Luc Moulène
19 oct 2016 - 20 feb 2017
El evento ha terminado
El Centre Pompidou le dedica una exposición monográfica al artista francés Jean-Luc Moulène. Al ser invitado a diseñar una retrospectiva de sus obras, Moulène elige presentar una «retrospectiva de protocolos»: un programa de producción de unas treinta piezas nuevas, manifiesto de sus investigaciones. Este artista es conocido, en primer lugar, por su práctica fotográfica. Sin embargo, su trabajo más reciente sobre los objetos ocupa un lugar central. El recurso a la tecnología utilizada para el diseño industrial asociado a una experimentación minuciosa con materiales permite crear obras cuya «exactitud» es una de sus premisas básicas. Al anclar su reflexión en las matemáticas, y en particular, en la teoría de los conjuntos, el artista explora operaciones como la intersección, la lateralidad o el corte, desde una tensión entre cuerpo y objeto. Sus obras cuestionan metafóricamente el espacio común, la forma que toma este espacio, su interacción con el espacio individual. Los objetos están aquí «en conversación», no tanto con el observador, sino con los demás objetos. La gran superficie de la exposición podría asimilarse a un entorno urbano, con automóviles y edificios, por donde circulan cuerpos. Cuerpos que han de encontrar su lugar en el caos de deseos individuales, restricciones políticas y convenciones sociales. Esta exposición es un acto poético en el que se mezclan arte, ciencia y tecnología.
Quando
11:00 - 21:00, todos los días excepto martes
Dónde
Extractos de la entrevista entre el artista y la comisaria de la exposición
Desplazamiento
Es cierto que en algún momento pude decir que me situaba «en el punto de unión entre una cultura técnica (de la que forma parte la fotografía), la comunicación industrial y el recurso experimental al material del cuerpo en la década de 1970». […] Cuando di aquella entrevista […] mi trabajo artístico era fotográfico, veía la tecnología de la comunicación desde mi puesto en Thomson ASM y ya había reflexionado en torno a la cuestión del cuerpo —y hecho pruebas—, en especial gracias a Michel Journiac […]. En la actualidad, tendería más a decir que no repartiría las cosas en esos tres factores. La obra es central, total, un objeto para compartir en el cruce de las miradas. […]
Vocales: gramática y vocabulario
A mi pieza Voyelles [vocales] le asocio el título «Grammaire et vocabulaire» [gramática y vocabulario]. Está en la entrada de la exposición. De algún modo, me lo sugirió mi amigo Thierry Guichard. Me dijo que había leído el poema de Rimbaud, que se basa en la hiótesis de una relación entre los atributos de las vocales y la forma de la letra. El resultado es una interpretación erótica del soneto —con la descripción de un cuerpo, de abajo arriba— más que un tipo de correspondencia baudelairiana. Por lo que mi pieza bien podría ser una objetivación del poema. Y, sin embargo, no es una lectura, sino una construcción, e incluso una reconstrucción completa que se asemeja a un intento de alfabetización. Casas contiguas, coches alineados a lo largo de las aceras, inscripciones en las fachadas, tags coloreados letra a letra: la calle. Así que esta pieza se encuentra en la entrada de la exposición, para marcar la objetivación de lo que vemos en la calle más que para evocar a Rimbaud, incluso si reconozco infinitamente mi deuda para con el poeta.
La intersección, el espacio común
Si digo «Proust y la música», hablaremos un poco de Proust y un poco de música. Hablaremos de lo que tienen en común. Si digo «el vacío y el viento», hablaremos de todo el vacío y de todo el viento, además de lo que tienen en común. Eso es una disyunción: deja enteros los conjuntos convocados. Se ve con claridad que la intersección, el espacio común, se determina también por la naturaleza de los conjuntos entrelazados. […] Hoy en día, dicho espacio común es casi imposible de determinar, lo que hay es espectáculo e identidad. En el esquema de base de la teoría de los conjuntos —dos círculos entrelazados—, el día en que ambos círculos sean equivalentes estaremos, de algún modo, en una situación de eclipse. Sin duda, se habrá conseguido la utopía: el espacio común en su totalidad será a la vez el espacio individual en su totalidad. Pero no es el caso. Precisamente por eso, he decidido crear piezas que sean estrictamente intersecciones. Solo para tener una percepción de lo que podría parecer este espacio común. Y como en la calle hay cuerpos y coches, ¡vamos a entrelazar los cuerpos y los coches! Ya veremos a qué se parece.
El observador
Alguien que observa, sí, trabajo para esa persona. Si me hablan del público o del espectador, no sé a quién se refieren. ¿Puede que sea una herramienta de marketing? Así que digamos que «el observador» es a quien le pasamos la obra, porque de eso se trata, en el fondo. Un artista produce un objeto y, en un momento dado, se separa de él y otra persona lo observa. En ese momento empieza la vida de la obra. […] También por ese motivo, la obra debe estar terminada. Porque no comunica los resultados de una experiencia, permite la experiencia. Y, con tal fin, hay que darle al observador un objeto perfectamente cerrado o expirado, de manera que sea este quien lo abra o lo inspire.
Verificación por la materia
El hecho de entrar en la materia, a través de una técnica, es una verificación del pensamiento. Y, a la vez, puede llevar a desplazar cierto número de presuposiciones, ya que la técnica no está destinada a producir un efecto, sino a verificar la pertinencia de las elecciones. Si no llegamos a obtener lo que queríamos, es porque simplemente estaba mal pensado. Los proyectos solo tienen sentido cuando se realizan. Podríamos pensar que las fases de diseño virtual y material están separadas, pero no es el caso, ya que si estuviesen separadas querría decir que la fabricación es tan solo una ejecución, en el sentido de la producción de un cadáver. Al trabajar con la teoría de los conjuntos y su esquema de base —los dos círculos entrelazados— […] se plantea una cuestión bastante clara al pasar al volumen: un conjunto no tiene por qué estar realmente limitado por un contorno. Si el conjunto es una materia, el contorno es más bien un extracto que un borde; si es una materia dura, es más bien una rotura. Por lo que puedo decir que, en efecto, intento producir un nudo que nos haga pasar desde la superficie de los objetos, a través de un corte, hasta su materia, hacia la superficie visible. Materia e imagen —como el diseño 3D, que no tiene ni interior ni exterior— comparten el corte como herramienta de investigación.
El programa como obra
Diría que la superación de la exposición como obra es el programa como obra. Eso es lo que he querido hacer aquí. Hay un programa conceptual y visual que se inscribe en la teoría de los conjuntos y que se desarrolla íntegramente en el campo de la exposición. Puede que el programa sea falso, pero su desarrollo es coherente. No solo coherente, sino visible en casi todas las piezas. […] Aunque, en mi opinión, lo ideal, la exposición perfecta, sería la exposición en que pudiéramos tomar las piezas una a una e ir a leer las demás piezas con ella. Así que tomamos una, la usamos como método de lectura para las otras; la dejamos, cogemos otra; y así sucesivamente hasta que no queden más piezas. Todo lo que aparezca en ese momento debe desarrollar la integralidad del programa. […] También habría que concretar algo importante: el lugar del hombre en dicha exposición no está calculado en absoluto. No hay ni escenografía ni coreografía, las distancias entre las obras no se miden para el observador. En el fondo, el hombre es necesariamente un extraño en este espacio; es bienvenido, pero es un extraño.
Jean-Luc Moulène
Source :
in Code Couleur, n°26, septiembre-diciembre 2016 2016, pp. 14-17.
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