Georgia O'Keeffe

Esta excepcional colección de obras ha sido posible gracias al apoyo de las principales colecciones públicas y privadas internacionales, principalmente norteamericanas: Musée Georgia O'Keeffe de Santa Fe, MoMA, Metropolitan Museum de New York, Whitney Museum of American art, Art Institute de Chicago, Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid… El recorrido de la exposición, deliberadamente fluido y abierto, despliega cronológicamente la trayectoria artística de Georgia O'Keeffe; desde los primeros universos "cósmicos" inspirados por la inmensidad de las llanuras texanas en 1910 a las metrópolis y los paisajes rurales del estado de Nueva York entre 1920 y 1930, hasta Nuevo México, donde se instaló de forma definitiva tras la Segunda Guerra Mundial.

Lugar decisivo en la carrera artística de Georgia O’Keeffe, la exposición comienza con un espacio dedicado a la Galería 291. Al instalarse en Nueva York en 1918, O’Keeffe descubre los artistas y movimientos innovadores del arte europeo moderno, que tanto la inspiran. El fotógrafo Alfred Stieglitz, cofundador de la galería, organiza, entre otras muchas, las primeras exposiciones estadounidenses de Auguste Rodin, Henri Matisse, Francis Picabia y Paul Cézanne. 

La galería publica la revista Camera Work, donde Georgia O’Keeffe descubre la traducción de un extracto de De lo espiritual en el arte (1912) de Wassily Kandinsky. O’Keeffe se ve reflejada en la estética del pintor ruso, anclado en un simbolismo que reconcilia un sentimiento romántico por la naturaleza y el espiritualismo. Esta filiación reivindicada por O'Keeffe lleva a la historiografía estadounidense, en particular, a Barbara Rose y Barbara Novak, a situar su obra en la posteridad de los primeros paisajistas estadounidenses, como Thomas Cole, Albert Bierstadt, Thomas Moran, así como a vincularla con el trascendentalismo del filósofo Ralph Waldo Emerson y la poesía de Walt Whitman. . 

Alfred Stieglitz es el primero en exhibir los dibujos de Georgia O’Keeffe en la Galería 291 (especial núm. 15, 1916-1917). Un flechazo artístico que acaba trascendiendo a la esfera personal entre la joven pintora y el fotógrafo, quien a partir de entonces dedica una exposición anual de las últimas obras de O’Keeffe. Combina sus pinturas con las plumas más perspicaces de los críticos de su tiempo, contribuyendo así a su reconocimiento público y a consolidar su lugar en un mercado del arte en plena expansión. En 1929, O’Keeffe es la primera artista femenina en participar en las exposiciones del recién creado MoMA. Y posteriormente también será la primera artista a quien los mayores museos estadounidenses dedicarán una retrospectiva (Chicago en 1943, el MoMA en 1946). Para la generación de artistas feministas de los años 60, Georgia O'Keeffe es quien abre el camino al reconocimiento de un arte que ya no está necesariamente asociado al género de su autor.

Más allá de los cuadros de flores que la hicieron famosa, la exposición Georgia O'Keeffe del Centre Pompidou muestra la complejidad de su obra y su riqueza iconográfica. Desde los rascacielos de Nueva York y los graneros de Lake George hasta los huesos de ganado recogido durante sus paseos por los desiertos indianos (Ram's Head, White Hollyhock-Hills, 1935), la obra de Georgia O'Keeffe va evolucionando a lo largo de las décadas. Si la inspiración vegetal es un motivo recurrente de la artista, la exposición la sitúa en una tradición enraizada en su gran amor por la naturaleza heredado del romanticismo histórico. Reinventado por el panteísmo del escritor D.H. Lawrence, impregna la obra de O'Keeffe y tiñe de erotismo sus paisajes y motivos vegetales.