Debate / Encuentro
Ed Ruscha
COLOQUIO INTERNACIONAL
11 - 12 mar 2015
El evento ha terminado
Ed Ruscha nació en 1937 en Omaha (Nebraska) y desde 1956 vive afincado en Los Ángeles, una ciudad muy asociada a su nombre. Es el autor de una obra que abarca más de cinco décadas y se sitúa entre las más importantes del arte contemporáneo. Este prolífico artista ha sido, y sigue siendo, pintor, dibujante, diseñador gráfico, grabador, fotógrafo, cineasta y —a partir de 1963, desde la publicación del ya mítico Twentysix Gasoline Stations— inventor de un género editorial que transformó radicalmente la noción de libro de artista. Este coloquio internacional, el primero que se le dedica a Ruscha en Francia, rinde homenaje a una figura única cuya influencia sobre la cultura visual de hoy es más notoria que nunca. Reúne a especialistas y allegados del artista que comentan los múltiples aspectos de su obra y proponen nuevas lecturas y pistas de investigación.
Desde sus inicios, las palabras —su observación, su representación— han ocupado, casi siempre de forma constante, un lugar predominante en la práctica de Ed Ruscha. Se trata de un artista que alía muy a menudo el lenguaje al paisaje, siendo cada uno de ellos una variante del otro al fin y al cabo, tal como nos lo recuerda el famoso rótulo de «Hollywood» desde su colina californiana. Cuando era niño sentía fascinación por el cómic pero era el significante (cartooning) más que el significado lo que, de alguna manera, captaba la atención del joven Ruscha: «Cada vez que lo veía, me volvía loco. Sabía que quería ser dibujante de cómics, por no decir artista. Curiosamente, me atraía la palabra en sí». En 1980, a la pregunta «¿Qué le hace ver las palabras como si fueran imágenes?», Ed Ruscha responde, recalcando la función motora del lenguaje en su trabajo de pintor: «Sin duda porque de niño me crié con los medios de comunicación, y porque siempre me ha llamado la atención todo lo que atañe al fenómeno de la comunicación entre la gente. Tal vez asimilo esta comunicación a la cultura popular, teniendo en cuenta el impacto que han tenido en mi los periódicos, las revistas... de hecho, todo lo que está impreso. Se lo debo a la producción impresa. Cuando me planteé ser artista, la pintura representaba para mí el último recurso. Me parecía una forma de comunicación arcaica, casi obsoleta. De todas las formas de comunicación, la menos interesante. Periódicos, revistas y libros —en definitiva, las palabras— tenían más sentido para mí que cualquier puñetera pintura al óleo. Así que supongo que todo empezó ahí, hasta llegar a la idea de indagar en la palabra impresa».